Cómo se inicia esta rivalidad

La rivalidad entre China y EEUU tiene raíces históricas aunque su intensificación en las últimas décadas se ha visto influenciada por varios factores.

Inicia en la Guerra Fría cuando EEUU y la Unión Soviética eran las principales potencias mundiales, y China estaba políticamente aislada. En la década de 1970, las relaciones entre Estados Unidos y China comenzaron a cambiar cuando se produjo el acercamiento entre el presidente estadounidense Richard Nixon y el líder chino Mao Zedong. Este cambio geopolítico llevó a China a distanciarse de la Unión Soviética y a establecer relaciones más estrechas con Estados Unidos.

China inició un proceso de apertura económica después del liderazgo de Deng Xiaoping. Este período de rápido crecimiento económico permitió a China emerger como una potencia económica mundial. Las empresas chinas comenzaron a competir globalmente, y China se convirtió en un actor clave en la cadena de suministro global.

La entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 marcó un hito importante en su integración a la economía global. A medida que China se volvía cada vez más central en la cadena de suministro mundial, surgieron tensiones comerciales con Estados Unidos, especialmente en sectores como la manufactura y la tecnología.

Última década

Desde 2018, el presidente estadounidense Donald Trump adoptó una postura más confrontativa hacia China en materia comercial. Inició una serie de medidas arancelarias y acusaciones de prácticas comerciales injustas, incluido el robo de propiedad intelectual. Además, las tensiones en el ámbito tecnológico, especialmente en el desarrollo de redes 5G y la inteligencia artificial, se intensificaron.

La administración Trump y, posteriormente, la administración Biden, han adoptado una narrativa de competencia estratégica con China. Se han expresado preocupaciones sobre la influencia china en la esfera global, la seguridad tecnológica y militar, los derechos humanos y otras áreas. Esto ha llevado a políticas más restrictivas y una mayor competencia en diversos ámbitos.


La pandemia de COVID-19 exacerbó las tensiones entre Estados Unidos y China. Surgieron acusaciones mutuas sobre la gestión de la pandemia y se intensificaron las rivalidades en áreas como la cooperación internacional, la distribución de suministros médicos y la carrera por el desarrollo y distribución de vacunas.

La Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta (BRI), liderada por China, ha ganado nuevos adherentes, consolidándose en regiones donde potencias como Australia, la Unión Europea y los Estados Unidos han experimentado desafíos en cuanto a su influencia. A pesar de la recuperación económica en Washington en los últimos dos años, China se encuentra en una posición de crecimiento más moderado y en desaceleración, situándose en una especie de "tierra de nadie" en la escena internacional. Estados Unidos y China, por su tamaño y determinación, poseen el potencial de moldear el sistema internacional, ya sea a través de una coalición o una colisión, siendo la Unión Europea la única entidad que podría igualarlos si supera sus desafíos internos.

La actual guerra comercial entre China y Estados Unidos, iniciada en 2018, forma parte de un esfuerzo más amplio de Estados Unidos para renegociar términos comerciales, reducir el déficit comercial y proteger la propiedad intelectual. A pesar del aumento exponencial del déficit con China, la estrategia estadounidense parece inspirarse en la guerra comercial con Japón de finales de los años ochenta, con paralelismos en el discurso de Donald Trump. A medida que aumentan los costos para la economía estadounidense, las críticas internas crecen, pero la memoria del pasado podría estar influyendo en la dinámica actual tanto en Estados Unidos como en China.

Lo más destacado es que la guerra comercial es solo la manifestación analógica y superficial de una rivalidad más profunda entre China y Estados Unidos: la guerra tecnológica. Esta rivalidad abarca tecnologías cruciales para la economía, consideradas desde la perspectiva de la seguridad nacional. La convergencia de tecnologías como el 5G, la Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas, la robótica y la biotecnología, dentro de la llamada cuarta revolución industrial, promete alterar paradigmas en diversos sectores y reorganizar la jerarquía internacional.

El "tecnonacionalismo" se manifiesta en las barreras impuestas a empresas tecnológicas, como Facebook en China o Huawei en Estados Unidos, Australia y otros países europeos. La guerra tecnológica difiere de la comercial en su duración y difusión de límites, lo que podría llevar a un aislamiento perjudicial y forzar a los aliados a elegir entre las dos potencias. La seguridad y el riesgo de la penetración china en las economías occidentales son las fuerzas impulsoras, y la "securitización" de las redes ya afecta la libertad de expresión y manifestación, con repercusiones en la política interna de algunos países.