La pandemia de coronavirus que supuso el confinamiento desde el 15 de marzo hasta el 21 de junio de 2020 en España, mantuvo a la población española en estado de alarma aproximadamente 3 meses, convirtiéndose en un impacto significativo en la economía española. Llegando a provocar una caída del PIB del 11% en 2020.

La pandemia ha provocado la mayor caída de la economía en 85 años. Según las estimaciones del académico Leandro Prados de la Escosura, solo la Guerra Civil y la crisis de 1868 han causado mayores desplomes del producto interior bruto en los últimos 170 años.

La economía española sufrió una caída del PIB del 11% en 2020 por las restricciones que impusieron las autoridades para tratar de contener la expansión del coronavirus. El intento de recuperación durante es segundo trimestre del año fue insuficiente para compensar el daño causado. Debido a las limitaciones a la movilidad, el sector servicios y la hostelería fueron las ramas de actividad más dañadas durante 2020, a las que se suma el deterioro del sector exterior, el frenazo de la demanda interna y el hundimiento de la inversión. Solo el gasto público consiguió frenar algo el negativo impacto y compensar una parte importante de la caída de rentas de los hogares gracias a la financiación del BCE.

El registro del descenso del PIB, también fue la mayor caída dentro de la UE, por el mayor peso dentro de nuestra estructura productiva de los sectores más afectados por las restricciones de movilidad, como el turismo. La perturbación económica generó efectos negativos sobre el mercado de trabajo, al afectar directamente a la capacidad de producción de las empresas y las posibilidades de realizar las tareas de los trabajadores.

Quienes sufrieron una mayor pérdida de empleos en el muy corto plazo y tardaron más en recuperarse fueron aquellos que trabajaban en ramas de actividad definidas como no esenciales (cerradas según los decretos de confinamiento y que no podían seguir funcionando a través del trabajo a distancia) y que después funcionaron parcialmente y con una demanda muy débil por parte de los consumidores, es decir, hostelería y restauración, y actividades de ocio, recreativas y artísticas. Las reducciones iniciales del empleo también fueron más acusadas entre las personas más jóvenes y con menores niveles de estudios, grupos que tienden a ocupar en mayor medida puestos de trabajo de naturaleza manual o con un componente de interacción social importante.